17 de mayo de 2010

Rememorando.

Llegué al CD Pino Montano allá por Agosto de 1997. Recuerdo la primera vez que entré en ese vestuario. Emilio, que por aquellos entonces comenzaba a llamarse Emilín, llegaba con la misma cara de niño que yo. Con el mismo cuerpo de niño. Con la misma inocencia. Con la misma timidez por bandera. 

Debutamos en partido oficial en el campo del Casariche (sierra Sur sevillana). Dos uno campeaba en el marcador a finales de los 90 minutos y unas cuantas patadas seniors en mis púberas piernas. Creo que ahí empece a aprender algo de cómo sería el fútbol regional. En aquella temporada me ofrecieron la oportunidad de ser 3er capitán de la plantilla. 

Conocí a grandes compañeros y mejores personas. Buenos, regulares y malos entrenadores. Y peculiares directivos, muy peculiares.

Poquito a poquito iba en busca del tiempo. Crecía y me hacía un hombre. Yo formaba parte del  Pino Montano y el Pino Montano, poco a poco, formaba parte de mí. Tuvimos años malos (esa primera temporada solo ganamos un partido y conseguimos 11 puntos en 1ª provincial; varios descensos, además, campan sobre mis espaldas) mezclados azarosamente con años muy buenos (el espíritu de Contadero o aquel 17 de junio de 2007, ¡irrepetible!)e intercalados con años sin pena ni gloria. 

¿Con qué me quedó? Sin duda, lo mejor que me ha pasado en el Pino Montano es vivir su vestuario. El Pino Montano me ha dado la oportunidad de conocer mucha gente, de aprender de mucha gente, de querer a mucha gente. 

En definitiva, que el Pino Montano me hace feliz. A pesar de sus penurias, de su desorganización, de su aparente delgadez, de su aparante estado permanente de enfermedad, el Pino Montano sigue sostenido por los mismos cimientos que nos llevaron a la mayor gloria posible: un presidente genuino y un grupo humano inmejorable. 
Por cierto, que no, que no me retiro.


Trece años después, 
las mismas ganas.
Lunes, 17 de mayo de 2010

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