18 de enero de 2022

25 años de un beso.

Hace veinticinco años que el amor, en su versión más pura y limpia, sin macula ni maquillaje, sin disfraz que lo camuflase, hizo camino al amar.

¿Recuerdas? Aquel 18 de enero solo fuimos tú y yo... En tu calle, pero cualquier sitio hubiera servido. Mis brazos cruzados refugiándome del frío, era de noche. Tus brazos cruzados también, guardando el calor. O quizás no. Quizás, simplemente guardábamos amor, acumulábamos amor. A mansalva. A caudales. Como ese cohete que enciende motores y calienta antes del despegue. Como esa botella de champán que, agitada, acumula presión antes de eclosionar. Llenar el depósito para poder compartirlo instantes después con toda su hermosura, con toda su grandeza, en todo su esplendor. Porque, como el cohete, como la botella de champán, el amor es inaguantable. El mío. El tuyo. El nuestro. Y rompe cualquier cortedad, timidez, cualquier miedo. Nada puede al amor puro que nace en un beso. Como fluye la lágrima cuando es necesaria y sana el alma. Como sale la sonrisa cuando va cargada de ternura. Como se eriza mi vello cuando me miras con esa sonrisa contenida que destroza cualquier resquicio de fortaleza en mí (y cuando me tocas en la cama con tus pies fríos, ahí también se me eriza el vello). 

Pero volvamos al momento. El amor dentro. Acumulado. Creciente. Haciéndose fuerte. Tú desatando tus nudos, dominando la partida, como quien va de mano con el seisdoble. Segura, con la red de mi corazón en mi garganta. Tus codos sobre mis brazos, entonces. Silencio. Quietud. Instante. Miradas. Ya preparados. Somos tú y yo. Nos acercamos. Cerramos los ojos. Y el beso. Nosotros. 

Te quiero tanto, esposa mía.

18 de enero de 1997.

18 de enero de 2022.


"...celebro una vez al año

El aniversario de un beso".

(Por eso. Ecos del Rocío. 1991)

Martes 18 de enero de 2022