26 de julio de 2011

Sobre almas no preparadas para sentir.

Hace poco alguien osó decirme que debería quitar la foto de mi hijo del móvil, porque así sería más fácil pasar página y superar su muerte.

Superar su muerte... ¿eso qué significa? La muerte de tu hijo no puede esconderse en el fondo de un baúl. Unos padres no pueden renacer desde el olvido. Eso es imposible. O, mejor dicho, para mí sería imposible, por mi propia naturaleza, por mi forma de entender la vida... y la muerte.

La idea es la contraria. Es salir a flote desde el recuerdo. La muerte de un hijo es superable, pero no desde la negación de su existencia. No se trata de ponerle muros a la memoria. Se trata de convertir la tristeza en recuerdo, la nostalgia en energía.

La vida de cada uno de nosotros está formada por nuestra experiencia. Experiencias, algunas, buscadas, elegidas, y otras encontradas, impuestas. A veces son nuestras decisiones las que pesan en nuestro destino. A veces, simplemente la casualidad toma el mando. Pero ambas experiencias te hacen personas. Y ahora eres así por esa suma de experiencias pasadas. Negar todo eso es negar tu propia vida. 

Somos un continuo de carne y tiempo. Las etapas vitales no son más que artificios humanos. 

Ahora soy porque fui antes. Y después seré, porque ahora soy. Así me he hecho. Así me ha hecho la vida. Y así la vivo, sintiendo cada ratito.

Porque prefiero mil veces sentir tristeza que negar la existencia de un pasado que, además, me dio la mayor alegría que pude sentir.

Porque hay minutos que valen más que años. Porque hay días que cunden más que décadas.

Y hoy también puede
ser el día menos pensado.
Martes 26 de julio de 2011

23 de julio de 2011

Sobre almas preparadas para sentir.

Dentro de dos semanas, día arriba, día abajo, nacerá Paola. Dos semanas puede ser muy poco tiempo o puede ser una eternidad, depende. Para nosotros, ahora mismo, dos semanas es más tiempo del que poseemos.

No tenemos miedo, aunque la vida nos haya concedido licencia para tenerlo. Hemos llevado un embarazo normal, aunque tuviéramos permiso para la paranoia. Incluso hemos sabido disfrutarlo en bastantes momentos. 

Las supersticiones tampoco han sido, ni son, muy de nosotros... ni  nosotros de ellas. Hemos repetido, casi paso por paso, el embarazo de Samuel. En pruebas, anécdotas, vídeos, álbumes de fotos, etc. Hay cosas más importantes en las que creer, hay mil cosas más importantes que sentir.

Dos semanas y estaremos de nuevo en paritorio. Dos semanas y llegarán de nuevo las visitas y con ellas, como diría mi cuñao Rafa, los clásicos: "uy qué manos y qué pies más grandes tiene", "hay que ver lo espabilada que está"... Dos semanas para todo eso y para mucho más. Porque dentro de dos semanas viviremos muchos de nosotros una explosión de sentimientos incontrables. La alegría de Paola, la nostalgia por Samuel, la tristeza desmedida... Recuerdos vividos y recuerdos por vivir. 

Por vivir y para vivir porque yo no quiero controlarme. No quiero in-sentir. No quiero y no lo haré. Quiero llorar sin saber si lo hago por Paola o por Samuel. Quiero mirar a mi mujer a los ojos y verle de nuevo aquel brillo de antaño. Quiero abrazar a mis padres, a mis hermanos, a mis suegros, a mis cuñadas. Quiero ver llorar a mi madrina por su ahijado. Quiero recibir los mil besos metralla de los Reche y sentir a fuego el cariño de mi tío Jesús y mi tía Paqui. Quiero que mi abuela derrame lágrimas de alegría por su bisnieta y por su nieto, ese que la intentó enseñar a leer a sus 84 años. Quiero darle una alegría inmensa a mis compadres, tan necesitados de ellas. Quiero que mi co-compadre Candela se ponga su peluca de Maradona. Quiero ver sonreír a mi Eli y a mi Rocío y refugiarme en el cariño de esos brazos en los que tan a gustito me encuentro. Quiero que mi móvil quede repleto de 18 céntimos llenos de palabras bonitas. Quiero que mis Mares'98 sean un poquito más felices porque la vida sonríe por fin a su capi. Quiero todo eso y mucho más.

Quiero sentir. Porque estoy vivo. Quiero que la vida me devuelva alguna de las sonrisas inmerecidas con que le obsequio. Quiero un muchito de todo y un poquito de nada.

Tengo un corazón preparado para sentir. Un alma necesitada de vida.

Porque desde el 10 de septiembre tengo más ganas de ser feliz que nunca.

Dos semanas.
Día arriba, día abajo.
Dos semanas.
Viernes 22 de julio de 2011.

21 de julio de 2011

Futuro soñado. Perfecto futuro

Empiezo a contar el tiempo hacia atrás. Las manos no agarran los minutos, que pesan como plomo. 

Vivo en un día y a una hora. Ya todo mi ser está allí. Hace tiempo que el horizonte dejó de ser el horizonte, para ser el suelo que piso.

Respiro un aire ya respirado por otros. Mi ojo izquierdo llora lágrimas de tristeza, mi ojo derecho derrama lágrimas de alegría.

Hay plantas que aún no han brotado, pero ya murieron.

Mañana es mi pasado. Pasado mañana es mi pasado también. Hoy ya casi no existe.

Y mi futuro..., mi futuro tiene banda sonora.

A mi amiga Rocío,
por tener el coraje de luchar
   por su futuro soñado.
Eres mi ejemplo, desde hace mucho.
 Te quiero amiga.
Miércoles 20 de julio de 2011

12 de julio de 2011

Vidas tomadas al azar.

He notado que las sensaciones llenan caminos. Que la gloria, aún a cuentagotas, se confunde demasiadas veces con el artificio. He notado que llueve cuando la tristeza se escapa de las manos de las personas buenas.

Las palabras feas también llenan las hojas del diccionario. Las noticias malas son siempre de madrugada. Los esclavos siguen buscando amos que los maltraten. 

He visto llorar ojos que guardaban demasiados secretos. He escuchado voces que mentían como niños volviendo del recreo. He sentido pieles demasiado ásperas para calmar llantos pueriles. He captado aromas de ciudad en pies descalzos. 

Y he tomado una determinación en consonancia. No quiero puntos y apartes desmemoriados. Dame puntos y seguidos que ya los colocaré yo allá donde las personas hallen personas y las sombras sean dominadas por los árboles.

Presente imperfecto.
Martes 12 de julio de 2011

4 de julio de 2011

Sobre la tristeza y otros sentimientos satélites.

Tiro de imágenes. Sí, eso hago. Para no permitirme deambular. Para seguir soñando, aún sabiendo que sueño. Tiro de imágenes gratas. Para reír, aunque sea por fuera. Para seguir llorando solo por dentro. Tiro de imágenes que suplan al color verde, al pitido incesante, al azul del sillón.

Es que a veces me ahogo, porque me roban el aire del pecho. La soledad, quizás. La tristeza, tal vez. La melancolía, quién sabe. El infortunio, puede ser. La angustia, la impaciencia, la desilusión, la añoranza, la apatía, la lamentación... o un poquito de todas... o ninguna quizás. ¿Quién puede ponerle nombre a todo?

Por eso recurro a esas imágenes de ternura. De un padre en vela con su hijo. De una madre cantándole a su cuerpo. De unos padres disfrutando de la vida, aun cuando la vida no disfrutaba de ellos.

Y te veo tranquilo y feliz. Y me veo riendo. Y veo a mi señora con ojos que gritan pasión.

Y todas ellas, entonces, huyen de mí avergonzadas. Y salen presurosas sin echar la vista atrás, sabedoras de que volvieron a perder la batalla. Se marchan a su escondite cual hienas. Y esperan, pacientes. Y esperan, agazapadas. Y esperan, petrificadas. Y esperan incansables alguna oquedad en estas débiles almas de padres sin hijos, de padres ladrones de sentimientos al amanecer, de antónimos de huérfanos.

Que la tristeza sea algo más
que la ausencia de alegría.
Lunes 4 de julio de 2.011