27 de diciembre de 2015

Dos veces diciembre.

La puerta entreabierta despide amor ternura. Aún queda en mí una última acaparadora mirada a vuestra inocencia antes de cerrar el día. Reboso entonces inundado de paz: el amor que un padre siente cuando ve dormir a sus hijos disipa la niebla que tiempo atrás todo lo ocupara.

Porque el beso de buenas noches que nace en la inocencia de un hijo llena el alma de cualquier padre. Porque el beso de buenas noches que nace en el alma de un padre gobierna el corazón por siempre. Que no os roce ni el aire, hijos míos. Sed felices, que yo gustosamente hipotecaré mi vida por ello.

Otro diciembre más que abre la ventana, como llorara de rabia la garganta de José Mercé, que empuja a esa tristeza que por momentos de todo se adueña, otro diciembre más que purifica. Aire. Pasa. La puerta abierta. Siempre la puerta abierta.

5 años. 15 de diciembre de 2010. Paola.

2 años. 24 diciembre de 2013. Martín.


Y vuelvo a aquellos días en los que entendíamos que morir no era irreversible. Ni siquiera, opuesto o antónimo de vivir. Ni complementario tampoco. Estar muertos y estar vivos era compatible. De hecho, nosotros moríamos un poco más cada día. Cada día más muertos, pero también más vivos. 

Pero nació diciembre, quebrando la oscuridad. Y a la fuerza, como se hacen las cosas cuando se saben genuinas; y por derecho, como se hacen las cosas cuando se saben auténticas, diciembre alumbró nuestra vida con noticias de compromisos de amor eterno sin letra pequeña, de amor a destajo. Porque así, así sin condiciones, se ama al hijo que aun no fue acunado; porque así, así sin parapetos, se sigue amando al hijo que jamás volverás a acunar. 

Porque todo, al final, se reduce a lo verdadero: a sentir el beso sin necesidad de ser besado, a sentir el abrazo sin necesidad de ser abrazado.

A sentirnos padres aun cuando dejamos de serlo.

Eso es diciembre para nosotros. Sí, eso. Volver a sentirnos padres aún cuando nos robaron ese sentimiento. 

Brindo por ti, entonces, diciembre. Dos veces diciembre.

"Abre la ventana
que avive la mañana,
el cuarto y la cocina"
(Aire, José Mercé)
(Canción dedicada a su hijo fallecido)
Sábado 26 de diciembre de 2015