31 de octubre de 2020

Sobre octubre, el fútbol y sobre ti, mi Samuel.

El otro día, mientras hablábamos camino al cole, en el coche, mi mediano, mi Martín, reflexionó en voz alta:
- Papá, si Samuel viniera también al cole tendríamos un lío.
- ¿Si el hermano estuviera vivo?
- Sí, porque en el coche no cabemos. 
- Pues Samuel iría delante - saltó Paola. - ¿No, papá?
- Sí, claro, Samuel sería el mayor, con 10 años, y tendría que ir delante porque si están todos los asientos de atrás ocupados, el hermano mayor puede ir delante.

Pistoletazo de salida a la imaginación. Vuelo. Trazo. Dibujo realidades en el aire que no fueron, un octubre de 2020 paralelo, un mundo de fantasía... precioso, bello, perfección absoluta. Sin embargo, aquella estampa de irrealidad estaba, además, incompleta; faltaba en aquella película rodada en mi cabeza un detalle importante: la carita de Samuel. 

La muerte de tu hijo te roba el futuro y con él mucho presente que aún no ha llegado. Samuel murió con dos meses y medio y ahí quedó su carita de bebé risueño para siempre en mi memoria. Una carita tan bonita y expresiva como inmodificable. Ese es mi Samuel. Inconscientemente, cuando pienso en él, cuando vivo su vida en mí, lo sigo meciendo en mis brazos. La muerte te roba el futuro porque la muerte fotografía momentos para siempre. Y eterniza recuerdos estáticos en la memoria. Las personas que solo recuerdas no envejecen. Y ahí quedan en ti. Y así quedó mi hijo en mí. Con dos meses y medios, con El señor don Gato de banda sonora, con su aroma a Nenuco recién duchado, en su columpio meciéndose y con un ajó en sus labios.

Y permaneció impasible, en suspensión. Recuerdos que no se crearon y desde entonces flotan sin dueño a la espera de unos ojos donde parasitar, recuerdos, no obstante, que quedaron por venir (Martín Lucía dixit). Octubre se vestía con ropa prestada de tristeza, de melancolía, de impotencia, de rabia y enfado.

Pero octubre siempre supo a alegría, a buena nueva, a vida en crecimiento. Y siempre, incluso los octubres sin ti, cobijaron bonitos recuerdos aun bañados de necesaria nostalgia. 

Y así terminó. El domingo pasado, en Tomares, frente al Camino Viejo, pude reponer un poco de esa tristeza gastada y transformarla en bendita alegría. Un gol de este muy veterano pero peterpanesco futbolista que sigue paseando esta bendita ilusión y enfermedad con la mayor honradez y dignidad que puede, luchando cada ratito con mi corazón (y el tuyo) en mi mano, disfrutando cada momento que la vida y el verde me regala. Un golito por ti y para ti, enano. Y una recarga plena para mí. Y que venga la vida, con sus octubres, con sus diciembres, con sus junios, con sus febreros, con sus septiembres también. Que aquí la espero.

Once años después de que llenaras todos los lugares que desde entonces pisamos vino la vida y... la viví. Como tú me enseñaste a hacerlo. 

Lunes 26 de octubre de 2020