6 de diciembre de 2017

Dos años, cuatro primaveras.

Paola jugaba al ahorcado con su madre, Martín veía el fútbol en mi regazo, Leo, una vez desordenada la estantería de cuentos, se acercó al portafotos del salón donde posan Samuel, Martín y Paola (quizás en un gesto de protesta). Entonces Paola, fijándose en las fotos, dijo: 

- Samuel en esta foto estaba "enfadaete".


Y lo dijo así. En pretérito imperfecto, en pasado inacabado. No dijo "estuvo", pasado acabado, finito. Dijo "estaba"; inacabado, infinito. El matiz de su palabra golpeó mi alma. Un golpe seco que me sacó de mi mundo porque provocó en mí un fugaz instante de maravillosa confusión. Son esos momentos que por inesperados se convierten en deliciosos, emotivos y necesarios. 

Y entonces, con tu familia (incompleta) en el sofá, el pecho te obliga a imaginar (que no es otra cosa que amarte en el futuro, hijo mío) cómo sería mi otra vida en ese 2017 paralelo en el que la fatalidad hubiera tenido un poquito de vergüenza torera. Y me lo permití. Me di permiso para desgarrarme un poquito, cual masoquista. Es mi energía. Y así los ojos me brillaron viéndote sonreír entre tanta sonrisa, viviendo tu alegría entre tanto alboroto y algarabía, entre tanta vida.

Y caí entonces: todo estaba ocurriendo una bonita noche de diciembre. Un mes diferente para los Luna y los Molina, y para los lunamolina también. El mes que supimos de ti, Paola. El mes que supimos de ti, Martín. Años, ambos, con dos primaveras: la estacional, la de la explosión de luz, el nacer de las flores, la victoria de la alegría... y la que vivimos nosotros, la que coloreó la vida de quienes andábamos perdidos en tierras conocidas, la que propuso compañía de nuevo.

Diciembre entonces siempre será primavera, como el amor siempre será imposible de esconder, en la alegría y en la nostalgia, en la ausencia y en la necesidad de amaros, hijos míos. Diciembre siempre será primavera como la tranquilidad siempre podrá ser quebrada por una frase, un olor, una canción, una caricia, una imagen que me devuelva a ti, que me obligue a retomar nuestra vida, a veces malaparcada por la puta y rutinaria rutina.

Hubo años con dos primaveras, 
como hubo "un año de cuatro inviernos".

El Café (José Mercé).
Viernes 8 de diciembre de 2017