22 de enero de 2011

Nada más amado que lo que perdí...

Siempre me pregunté dónde irán esas imágenes, olores, sonidos que olvidamos por no recordarlos a tiempo. Dónde, físicamente, estarán mis recuerdos olvidados de la niñez... o de anteayer. ¿Dónde estará aquello que algún día fue recuerdo, pero que hoy ya es olvido? O entre otras cosas, ¿qué diferencia hay entre no recordar y olvidar?

"Gira el mundo gira en el espacio infinito", así empieza una introducción a unas sevillanas de Cantores de Híspalis: "El mundo". Gira el mundo gira. Y con cada vuelta, se acerca más al futuro y va dejando un poquito más atrás el pasado, aun cuando ninguno de los dos exista realmente. Ni futuro, ni pasado. Porque el uno es solo un destello fugaz que queda en nuestra memoria en forma de olor, de imagen, de sonido. Un destello que poco a poco va desvaneciéndose y perdiendo la partida frente al olvido, que se ayuda de cada vuelta de este mundo para comerle terreno. Y así, de esa forma tan sencilla, cosas que hoy recordamos se desvanecerán como se desvanece la inútil estela de una estrella fugaz. Y porque el otro es un billete de viaje sin destino, en el que lo importante verdaderamente no es la estación de llegada, sino el paisaje que vamos viendo, la conversación que tenemos con el pasajero de al lado.

Existen, en cambio, recuerdos invencibles, porque son necesarios para nosotros. Son vivencias que marcan huella, que ponen un hito, un mojón de carretera en el camino. Porque son vivencias que te transforman, te hacen diferente persona de la que fuiste. Y se convierten en lugares a los que volver. Lugares imaginarios, sí; lugares emocionales o sentimentales, de acuerdo; lugares irreales, también; pero, al fin y al cabo, lugares. Quizás sean recuerdos diferentes, grabados en otro lugar de nuestra memoria o conectados de alguna singular manera a nuestro presente. O quizás, simplemente, es que nuestro deseo de convertirlos constantemente en presente le doten de una jerarquía especial. O, tal vez, no son recuerdos del pasado, sino vivencias emocionales de nuestro presente, porque modifican nuestro aquí y ahora. 

Y es que Samuel, al igual que dice Serrat cuando habla de su amada Lucía, el olvido solo se llevó la mitad.

... tu sombra aún,
se acuesta en mi cama
con la oscuridad, 
entre mi almohada
y mi soledad."


Te echo de menos, enano.
Sábado 22 de enero de 2.011

18 de enero de 2011

Hace 14 años...

... quién iba a imaginar que pudiera llegar ese día en el que nuestros cuerpos desnudos retozaran entre sábanas soñolientas.

Quién iba a imaginar que un día pudiera mirarte fingiendo mirarte, que un día tus ojos en mis ojos fueran tu boca en mi boca, que tu sonrisa se confundiera con mi horizonte.

Quién iba a imaginarme en ti, quién iba a imaginarte en mí, a imaginarnos en nosotros.

Y, sobre todo esposa, quién iba a imaginar que aquella primera rosa, aún hoy, aromara esta inacabada historia de amor.


... mira en mis ojos.
te quiero.
"Quién iba a imaginar que tu belleza,
cupiera entre mis brazos"
Cantores de Hispalis.

10 de enero de 2011

Rabia entre tristeza.

Yo no soy creyente. No debo mi vida a ningún dios y no tengo la necesidad de justificar mis actos ante un ser supremo. Mi vida la manejo yo con mis decisiones, más o menos acertadas.

Y esta forma de ver la vida lleva aparejada una forma similar de entender la muerte. 

Nunca antes había vivido una muerte en primera persona. Ni en los peores momentos sentí la necesidad de abrazar la fe, porque sabía que todo sería inútil. Si la medicina no podía curar a mi hijo, no lo haría ningún dios todopoderoso, por más que mucha gente lo pudiera pedir.

Cuando vives una muerte tan directamente como la de tu hijo, además, sufres otras muchas cosas. No solo estás triste porque tu hijo acaba de fallecer, con todo lo que ello conlleva; además lo estás por ver cómo está tu mujer, tus padres, tus hermanos y toda tu familia y amigos cercanos. 

Son momentos especialmente crueles, tristes y pesados. Pero hay que pasarlos porque el sistema así lo tiene montado. Los muertos también son clientes. Y entre todos esos momentos, la atención a allegados es uno de los que debes llevar de la mejor manera posible, aunque a veces cueste y mucho. Y cuesta porque algunas personas no entienden que en esos momentos algunas palabras sobran porque hieren más que calman. Y es que a mí, personalmente, que alguien me insinúe siquiera que mi hijo murió porque dios así lo quiso me molesta y mucho. Frases como "dios sabe lo que hace" refiriéndose a la muerte de mi hijo no me aportan tranquilidad prescisamente. Entiendo, por supuesto, que la gente intenta decir y actuar de la mejor manera posible. Entiendo, claro, que las cosas se dicen o se hacen buscando el alivio, el consuelo o la mejoría de los que sufrimos. Faltaría más. Y como así lo entiendo pues actúo prudentemente, rebuscando en mi interior esa sonrisa de madera para las ocasiones y callando. Pero mi alma se desgarra un poquito más con cada desatino y se cuela un poco de furia entre tanta tristeza.

Por eso, yo, cuando me toca acompañar y consolar, acompaño y consuelo. Miro a los ojos, abrazo y acompaño, escuchando a quien necesita ser escuchado y bailando al son que su música toque. Porque la experiencia me dice que no es momento para palabras, porque hay momentos en los que nada calma ni cura y porque siempre podemos elegir ser esclavos de nuestras palabras o dueños de nuestro silencio y, lógicamente, si se puede elegir, me quedo con lo segundo. ¿Y tú?

"Lo siento amigo. Mucho ánimo"
Con lo sencillo que es...
Domingo 09 de enero de 2.011

5 de enero de 2011

No escribas te quiero

No hace falta ser demasiado observador, ni demasiado avispado siquiera, para darse cuenta de que el "te quiero" está de rebajas... ¿que no me crees? Simplemente, date una vueltecita por Facebook o Tuenti y mira los mensajes y comentarios que se dejan unos a otros. Ahora, todo el mundo se quiere mucho... ¿o no te lo parece a ti también? 

Para mí, la expresión "te quiero" tiene valor. Un valor importante, porque conlleva implícitas muchas cosas, muchas acciones. Yo haría lo que fuera necesario por las personas que quiero, pero me lo pensaría mucho por las que aprecio y no haría apenas nada por las que conozco de pasada o por las que saludo por la calle. Así soy. En mi vida, tengo gente que necesito a mi lado, tengo amigos y tengo conocidos, gente que me gusta saludar, incluso tomar un cafelito, pero con los que mantengo una relación superficial, que no va más allá de tres o cuatro comentarios superfluos sobre temas que apenas interesan, que simplemente sirven para echar un buen rato. 

Y es que, si quieres a alguien lo demuestras día a día, con tus actos, con tus comentarios, con tus detalles. Yo sé, perfectamente, quién me quiere; porque querer a alguien es imposible de esconder, de disimular. Sería algo antinatural. Con la gente que necesitas te portas bien sin dudarlo, sin hacer esfuerzos, sin necesidad de utilizar caretas de cartón. Ni tampoco se necesita un "te quiero" todos los días para saber que alguien te quiere, para demostrar que quieres a alguien. El "te quiero" tiene su momento, su lugar, su ambiente. No suena igual en todos sitios, no tiene el mismo valor en todos los momentos, aunque quizás nunca sobre, porque nada que salga del corazón   puede sobrar. 

Yo, siento decirlo, no quiero a todos mis contactos en el Facebook. Aunque sí me guste saludarlos, sí me guste saber de ellos o sí espere y desee que les vaya de puta madre en la vida. Que una cosa no quita la otra. Que no es lo mismo no querer que odiar, como tampoco es lo mismo un metro de tela de encaje negro que un negro te la encaje un metro.

Mírame a los ojos,
 abrázame, 
y dime te quiero.
Miércoles 05 de enero de 2.011

2 de enero de 2011

Algunos necesitamos vuestra sonrisa

Hablaban de vestidos blancos y trajes a medida, de arroz en el suelo y lágrimas en el cielo, de listas de invitados y mesas incompletas. Hablaban de viajes de ensueño, de sábanas oliendo a perfume eterno, de nubes con mantilla, de sonrisas espontáneas, de abrazos que dicen más que palabras, de brindis con copas infinitas.

Hablaban de sueños y caminos comunes, de quererse, de compartir. Hablaban de imaginar, de abrazar, de perdonar, de reír, de soñar, de luchar, de volar, de añorar, de celebrar, de anhelar... juntos. Hablaban de sentir. Hablaban de vivir, de su vida... de nuestra vida. 

Hablaban con sonrisas que parecían adquirir matices gemelos; con ojos viviendo momentos aún no pasados, con corazones llorando instantes futuros con un solo latido.

Y lo hacían conmigo. Y con mi mujer. 

Enhorabuena, Luis & Eli. Todo irá bonito. Os queremos.

Empieza un año inolvidable.
Domingo 2 de enero de 2011