Los años 80 dejaban paso, por aquellos entonces, a la nueva década incipiente de los 90, mientras crecíamos los niños del barrio. Y lo hacíamos juntos y revueltos. La pelota rodaba y los niños reíamos. Albero en nuestras piernas llenas de postillas, risas y sonrisas en nuestros rostros imberbes, luz inocente en nuestra mirada insaciante, lazos irrompibles que ataban nuestros pechos puros. La pelota rodaba y los niños reíamos. El siglo XX era más auténtico.
Ha pasado ya un cuarto del siglo XXI y el tiempo no contamina estos recuerdos de la niñez; al contrario, los hace reverdecer y los coloca en los puestos de honor. Quizá, todo aquello no fue pasado, sino que sigue siendo presente. Quizá, todo aquello pertenece a mi vida de hoy, porque sobre ello crecí y aún sobre ello me mantengo de pie, estable, con la mirada limpia. Porque todo aquello lo recuerdo con el corazón en la mano, porque aquello que vivimos (el fútbol es lugar, tiempo y sentimiento compartido, solo entiende de la primera persona del plural) nos hizo los hombres que hoy somos. Porque todo aquello que disfrutamos en plenitud despreocupadamente se refugia en cada abrazo que hoy nos damos, ahora que la vida nos ofrece la oportunidad de reconocer que la felicidad plena estaba muy cerca de aquellos días de albero, pelotas y postillas.
La pelota rodó. Y los niños crecimos hasta los hombres que hoy somos. Y es hoy, ahora, cuando logramos entender que todas y cada una de nuestras vivencias comunes, que todas cada unas de las derrotas compartidas, de las victorias celebradas, tejieron un alma naranja común, una piel compartida bajo quizás un mismo corazón latente. Es hoy, ahora, cuando sabemos que todo aquello fue verdad.
Y este refugio temporal de lo que fuimos te ofrece también la oportunidad de entender que esto era así de sencillo porque otros se complicaron la vida, en un ejercicio de puro amor, de puro altruismo hacia los niños del barrio. Hoy soy un hombre feliz, en gran parte, porque buenas personas lucharon por ello. El Mali, Pepe Serrano, Miguel, Agustín, Ventura, Cantos, Martín, Alpériz, El Chati, Tere... (gloria eterna y bendita para ellos). Sabed, vosotros, sus hijos, que vuestros padres anidan en cada uno de los abrazos que hoy nos damos. Mil gracias, allá donde estéis. Luli, Diego, Christian, Paco el policía, Vélez, Pedro, Antonio Lozano, Izquierdo, Rafael... mil gracias eternas, siempre en deuda con vosotros. Solo deseo que vuestro recuerdo sea tan feliz y enriquecedor como es el mío. Merecéis, por ello, que la vida os dé mucho, tanto como disteis. Porque hicisteis algo grande: hicisteis felices a una generación, hicisteis felices a un barrio.
Que siga rodando la bola, atando corazones entre desmarques, paredes... y cachitas.
¡Los Mares tracatrá!
Fdo: Lolo Reche, un hombre asentado sobre un recuerdo feliz.
PS. Izquierdo Jr, Nene, vaya desde aquí mi aplauso para ti. Eres grande.
PS2. Perdón si me olvidé de alguno de nuestros mayores que tanto bien nos hizo.
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