29 de marzo de 2011

Conversaciones inacabadas para vidas en construcción

¿Se puede dejar de pensar en algo? ¿Nuestro cerebro es un órgano voluntario o invontulario? ¿Se parece más a mis dedos, que puedo si quiero dejarlos quietos, o más a mi corazón, o a mi páncreas, o a mi hígado, que funcionan involuntariamente? ¿Cómo se sale de un pensamiento? ¿Cómo se deja de cantar una de esas canciones que se meten en la cabeza y que involuntariamente repites hasta la saciedad? ¿Cómo?

No sé hasta qué punto pensar es voluntario. No sé hasta qué punto puedo dejar la mente en blanco. Nunca supe qué significaba exactamente esa expresión, porque nunca supe si nuestro cerebro deja alguna vez de pensar o está 24 horas funcionando.
¿Y las emociones? ¿Se puede controlar lo que se siente? ¿Puedo pasar de la alegría a la tristeza voluntariamente? Ahora estoy triste, ahora alegre. ¿Puedo dominarme?

¿Mi opinión? Pues... creo que podemos controlarnos mucho más de lo que creemos. Que puedo pensar en positivo mucho más de lo que pienso y que puedo elegir ser feliz entre tristeza. Verás, básicamente creo que la dejadez te lleva al descontrol. Es decir, si no luchas, si te dejas llevar, tu cerebro te controla a ti, en lugar de controlar tú a tu cerebro. Y tus emociones caminarán con la tristeza como esa Roma a la que llegaban todos los caminos en la antigüedad. Eso creo. Y eso es lo que no permito. 

Cuando los motivos de tristeza son inamovibles y no puede hacerse nada, te quedan dos opciones: ser/estar triste o luchar por ser feliz. Si dejas de hacer, si no luchas, llevarás una vida triste con matices de alegría. Si te lo propones, si luchas por ti y por los que te rodean, quizás, seas capaz de llevar una vida feliz con matices de tristeza. Se puede intentar.

Yo no soy el mismo. Ni tú eres la misma, comadre. No lo seremos nunca. Pero es que, además, seguramente, aún nos queden varios episodios de tristeza por delante en nuestra vida. Seguramente, el hecho de vivir lleve aparejado una serie de sucesos desagradablemente tristes. Claro que la crueldad de lo vivido no puede compararse casi con nada. Pero no te autocomplazcas. No pierdas tiempo en darte pena, porque entonces se la darás a los demás. Y eso no. Que nadie sienta pena por nosotros, Margari.

Nos ha pasado lo peor que le puede pasar a una persona, a un padre, a una madre. Y ahora podemos quedarnos llorando y dándonos golpecitos en la espalda o salir más fuerte de esto y con otra visión de la vida, con lo importante por bandera, con lo nimio en la cola. Podemos entrar en ese círculo vicioso de pensamientos viciados, que te llevan de la mano a la tristeza, a la desgana, a la apatía, al llanto, al insomnio, a la autocomplacencia, al "por qué a mí", al sufrimiento. O lo rompemos. O luchamos contra nuestro cerebro y contra nuestras emociones. Y gritamos que aquí estamos nosotros, que iremos y buscaremos esa felicidad.

Viviremos una vez, comadre. No sabemos hasta cuándo. No perdamos el tiempo en lamentaciones que solo sirven para poner trabas en nuestro camino. Luchemos contra los infortunios, contra las injusticias. Y hagámoslo con una sonrisa en la cara y de la mano, como siempre hemos hecho. No tengas miedo en caer, que pa´eso está tu compadre. Ya sabes que siempre guardo fuerzas para ti. Caer es normal y está permitido, a nosotros más que a nadie. Pero no dejes de levantarte nunca, sacudirte el polvo y fijarte en tu horizonte. Búscalo. Imagínalo y dime que allí no está tu Pablo con su padre, y tus compadres. Míralo bien, que seguro que te gusta. ¿Te lo vas a perder por no intentar alcanzarlo? El camino será duro, pero la recompensa será el propio camino. Por eso es nuestro horizonte.

Comadre, la única forma de no sufrir en esta vida es morirse el primero... y yo prefiero dar mucha guerra por aquí, que aún me queda mucho más que disfrutar. Mi vida será feliz, aunque con matices de tristeza. Así lo elijo y por ello lucharé y confío en que tú lo hagas conmigo, para seguir enseñándome las cosas importantes de la vida... quién mejor que tú. 


Los maestros somos los primeros que necesitamos buenos maestros y yo encontré la mejor.

¿No crees que se lo debemos a Alex y a Samuel? ¿O no lucharon ellos?

A mi comadre, 
que la quiero mucho, 
porque saca lo mejor de mí.
Martes 29 de marzo de 2011

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