21 de febrero de 2011

Este debería ser un post sentimental...

Llega un momento en que, por más que cueste, hay que decir adiós y separar caminos. Y no necesariamente tiene que ser por que las cosas vayan mal o porque haya malas relaciones. A veces, incluso cuando las cosas no van mal del todo, es preciso pararse y ver si lo mejor es seguir o poner punto y final a una relación. 

Tras 10 años en Los Mares, desde los 8 a los 18 años, aterricé en el CD Pino Montano, en 1997. Dejando de lado unos escarceos que duraron meses, he estado en el equipo ininterrumpidamente hasta esta temporada, en la que cumpliré 32 años. Y en las últimas 6 ó 7 campañas como primer capitán de la plantilla.

Y aquí me hice un hombre y futbolista, porque no decirlo. Que ser futbolista está más cerca de sentirse futbolista que de ejercer una profesión. Mucho más. Y es que después de 25 años jugando sin descanso al fútbol, viviendo sin descanso el fútbol, uno tiene derecho a sentirse futbolista. ¿O no?

Y ahora me apetece salir. Terminar esta temporada con mis compañeros. Luchar por defender al Pino Montano, su escudo, por los campos de la segunda provincial hasta el último minuto del último partido de liga. Y marcharme. Porque ya no tengo mucho más que aportarle a este peculiar club. Me apetece probar otros lugares y dejar paso a nuevos chavales que devuelvan, o intenten devolver, al equipo a unas categorías más importantes. Puede ser este buen momento para que entre sangre nueva por la puerta del Maniestadi. 

No sé dónde jugaré. Espero encontrar algún lugar en el que poder seguir compitiendo y en el que empiece de cero. Sin que nadie me conozca. Un equipo al que vaya, entrene y compita. Solo eso. Entrenar y competir.

Al Pino Montano solo puedo dedicarle bonitas palabras. A mis compañeros..., jóder, es lo que peor llevaré sin duda. Pero hay veces que las decisiones hay que tomarlas aunque duelan. Porque de los lugares hay que salir dejando amigos, por la puerta delantera y la cabeza tan alta como sea posible. Y así me voy. Nadie podrá nunca reprocharme nada que tenga que ver con mi fidelidad al club, con mi trabajo desinteresado, con mi dedicación altruista, con  mi defensa y amor a unos colores por los que he dado más de lo que pudo nadie pedirme. Unos colores que me han devuelto multiplicado por mil todo lo que he podido dar. Y eso es muy grande. Demasiado grande como para no escribir estas palabras con los vellos de punta y un nudo en el estómago.

Gracias Pino Montano.
Gracias, familia pinomontanera.
Gracias esposa.
Lunes 21 de febrero de 2010

2 comentarios:

Pablo Javier dijo...

No se que decir, yo pude decir que jugué con Lolo Reche, 'yo estuve allí'

Gracias!

Fernando Pérez dijo...

A finales de agosto llegue al Pino Montano, llevaban un mes entrenando y no conocía a nadie.
Y te ví, y pensé, si el Lolo está aquí en vez de seguir en Los Mares es que este es un gran equipo.

Espero ir a verte a jugar algún partido allá donde el fútbol te lleve.