Lo último que hago, cada noche, cuando decido poner fin al día, es mirar mi móvil. Cada mañana, cuando mi despertador decide poner inicio a mi día, lo primero que hago es mirar mi móvil. Y me desgarro el alma, mi alma, al acostarme y al despertar.
Me desgarro mi alma al dormir y al despertar y mil veces más al día, cada una de las cienes de veces que desbloqueo mi móvil solo para acariciar la foto de tiempos pasados, y mejores. Cada una de las cienes de veces que acudo al recuerdo de mi hijo para no olvidarlo.
Me desgarro mi alma al dormir y al despertar y mil veces más al día, cada una de las cienes de veces que desbloqueo mi móvil solo para acariciar la foto de tiempos pasados, y mejores. Cada una de las cienes de veces que acudo al recuerdo de mi hijo para no olvidarlo.
Yo, para estar de pie hoy necesito ver la foto de mi hijo. Para sonreír hoy, necesito saber que lloré ayer y que lloraré mañana. Necesito transportarme al feliz pasado, al pleno pasado, cada ratito, porque si llevo mucho sin hacerlo, noto que me falta algo.
Entendí desde el primer día que necesitaba incorporar mi pasado como parte de mi presente para llegar a superarlo. Borrar el pasado para tener un presente feliz no puede nunca convertirse en una estrategia buena. Llenar el presente de preguntas incontestables, tampoco.
La vida está llena de puntos y seguido. El punto y aparte se parece demasiado al punto y final.
Dos años después.
Nunca una alegría como aquella.
Quizás alguna tristeza nos quede.
Nunca una alegría como aquella.
Quizás alguna tristeza nos quede.
Lunes 17 de octubre de 2.011
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