... entonces no tengo miedo al llanto. La oquedad de mi corazón desvalido se llena con la energía que brota de cada uno de tus latidos. Pecho con pecho el aire nace en cualquier rincón.
Porque si tú estás sobre mi pecho, la vida vuelve a parecerse a la vida y las estrellas engalanan cielos de ciudad.
Y en ese momento preciso, los cuentos infantiles cambian lágrimas eternas por sonrisas incomprendidas, pero comprensibles.
A Paola, mi niña.
Miércoles 12 de octubre de 2011
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