Suele pasar que, como siempre lo hace, sin avisar, sigiloso pero decidido e indomable, llega el día menos pensado. Y entre muchas otras cosas, a veces, su venida tiene que ver con bullicio, explosión, caos... y belleza; con marejada, nervios, descontrol... y paz; con tiempo contado... y con vida por contar. Quizás hablamos de orden y desorden desde el lado equívoco y más que antónimos se muestran como ese 6 (¿o es un 9?) al antojo del punto exacto desde el que asomarnos a la vida. Tal vez, lo entendamos como ese palíndromo que nos enseña que ir y venir pueden ser la misma cara de distintas monedas. ¿Pero quién puede tener intención de saber, si lo realmente hermoso es que el día menos pensado todo se deconstruye de una inverosímil y bella manera?
Y así amaneció el día en que el amor, amigos, que se creía completo y calmo, con la quietud propia de quien se estima dominador y no dominado, comenzó a carecer de su aplomo. La vida, entonces, ya no es el aquí; tampoco es el ahora el que acapara el momento. Surgió un mañana en el que posar sentimientos y vivir a ratos, en el que todo queda hipotecado por la sonrisa de quien comparte tu camino sabiendo que el destino merecerá la pena si es divisible entre cinco. ¿Qué es vivir si no aprender a amar cada día?
Ya sí. Bienvenido, pequeño Luis. Llegas para dar sentido a esta bendita confusión que te cuento. Y así, con tu liviandad, solo te ha hecho falta una mirada para reordenar el caos; una caricia, para calmar el estrépito; un primer beso, para amansar la inquietud; una primera vez en los brazos de tu madre, para que la prisa se revele en un desvanecimiento decidido.
Disfruta de tu familia, chiquitín. Y recoge tanto amor que tienen (con permiso, tenemos) acumulado para darte. Créeme, eres un tipo muy, pero que muy, afortunado. Y yo, por tanto.
Enhorabuena, amigos. ¡¡Os quiero!!
¡Qué bonito es lo que bonito empieza!
Miércoles 21 de febrero de 2024