Las efemérides que nos recuerdan momentos tristes no me afectan. Nunca lo hicieron. Sin embargo, las efemérides de acontecimientos alegres e importantes para mí, me encantan. Disfruto celebrando los 10 años del ascenso a preferente en Aznalcóllar, el cumpleaños de mi gente, mi aniversario. Porque me transportan hacia un momento feliz, hacia la alegría, hacia la sonrisa inevitable, hacia uno de los sentimientos más bonitos que puede identificar una persona, hacia una de esas imágenes que veré el día que toda mi vida tenga que pasar por delante de mis ojos, cuando me toque dejar el hueco a otro.
Hoy es 10 de febrero y me siento igual de triste que ayer, 9 de febrero. Porque no puede caber más tristeza en mi interior. Y es que no concibo qué podría hacerme una persona más triste. No me influye que hoy se cumplan 5 meses desde la muerte de Samuel.
Sin embargo, cada día 25 sí me sucede algo especial. Sí se remueven esos momentos de quirófano; ese beso a mi señora, aún dolorida por tanto esfuerzo; esa salida buscando a los familiares con lágrimas en los ojos para anunciar lo bien que había ido todo, para enseñar la primera foto de Samuel. Se remueven esos recuerdos en mí y salen más a flote que nunca. Y lo revivo todo. Y resiento toda aquella felicidad que aventurábamos, como ese niño que se dirige al puesto de algodones en la Feria... todo por disfrutar.
¿Dónde estarán aquellas fotos que no haremos en el parque de las palomas?
Duele más la ausencia de alegría que la presencia de tristeza.
"¿Adónde irán los besos
que guardamos, que no damos?
¿Dónde se va ese abrazo si
no llegas nunca a darlo?"
¿Adonde irán los besos?
¿Dónde se va ese abrazo si
no llegas nunca a darlo?"
¿Adonde irán los besos?
Victor Manuel
Jueves 10 de febrero de 2010.
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