Charlando el otro día con mi esposa, de lo divino y lo humano, me hizo ver más claro aún que esto que nos ha pasado tristemente a nosotros es algo que le puede pasar a cualquier pareja. Un drama fortuito, caprichoso, arbitrario; con unos padres elegidos por el azar, como solo el azar es capaz de elegir: sin motivos. Yo ya lo tenía claro, pero su matiz, me dio quizás el argumento definitivo.
Y ese matiz del que hablo está en la pregunta que solemos hacernos los padres "sufridores", las familias "sufridoras". Me decía concretamente:
- "Marío", es que el problema es que la gente se equivoca. No tienes que preguntarte por qué te pasa esto a ti, sino por qué no te puede pasar a ti.
Y ese es el matiz, pensé. Ahí está el quid de la cuestión para salir de todo, para poder vivir de nuevo, para echarse la tristeza a la espalda y salir, con ella a cuestas, en busca de la felicidad añorada, esa que a otros se la dejan en la puerta de su casa y que a ti te la ponen en la cima de la montaña más escarpada.
¿En qué nos diferenciamos mi señora y yo de los miles de padres que han pasado, pasan y pasaran por lo mismo que nosotros? En nada. ¿En qué se diferencia Samuel del resto de criaturas que fallecieron sin apenas empezar a vivir? En nada. Esto existe y existirá, por más que la medicina avance, por más que los deseos deseen, por más que los ánimos empujen.
Lo importante es levantarte un día, mirarte, llorarte frente al espejo y ser sincero:
- Lo que nos ha pasado es irreversible. Cruel, injusto, triste, pero sobre todo, irreversible. Me toca, nos toca, luchar.
No lo duden, estamos hechos para superar las tragedias, para avanzar entre el desgarro y tirar pa´lante a pesar de los pesares. No para olvidar, no. Para vencer a la tristeza y vivir. Porque nadie merece más felicidad que unos padres que viven con una cuna vacía y un carrito metido en una caja de cartón esperando a un hermano que nacerá hijo único.
A Esperanza y Antonio.
Que merecen ser felices.
¡¡Vamos Espe!!
Sábado 12 de febrero de 2011
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