Aquel 17 de octubre parecía rubricar el camino elegido. La búsqueda de la compleción de algo que en sí mismo ya era completo. Por decirlo de alguna manera, ya eramos felices. Pero cuando llegas a una meta como esta, necesitas que deje de ser meta para ser camino. Y eso era lo que queríamos: la felicidad como paisaje en nuestra verea. Ser felices haciendo: aquel 17 de octubre del 2009, como no, fue un día muy feliz.
Lo que vino después tiene que ver más con la necesidad, quizás, que con cualquier otra cosa. Entiéndannos, echábamos de menos la vida conseguida y arrebatada. Habíamos amado en plenitud; habíamos aprendido a amar en plenitud. Cualquier otro amor ya jugaba en desventaja. Parecía poca cosa, amor limosnero, miseria. Amar a un hijo es amor verdadero.
Cierto es que aquella valentía invertida salió cara; tan cierto como que pudo, también, salir cruz. Cierto es, por supuesto, que si hubiéramos conocido el decorado de nuestra vida de 2018 de antemano, no hubiese sido valentía, sino egoísmo, sino el camino ya caminado, sino nada por descubrir.
Tan verdadero todo, tan cierto todo, como que los sentimientos genuinos nunca se reflejarán en un espejo; y, menos aun, en un espejo de madera.
9 años.
Miércoles 17 de octubre de 2018
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