Vuelas. Ya vuelas. Cuatro años desde aquel día y ya vuelas.
Me demuestras tu amor, tu admiración a cada ratito. Como tú me miras, como tú me abrazas antes de irte a la cama, quizás no me mire, no me abrace nadie, nunca.
Si tuviera un botón para pausar el mundo, un botón que solo pudiese pulsar una vez, si tuviera que elegir un momento, podría ser ese. Nuestra recarga de energía amorosa, esa que nos mueve, nos vitaliza, nos revitaliza. Es como si me llenases de esa energía que tú mismo te has encargado de absorberme hasta la última gota. Ya, entonces, dispuestos un día más.
¿Te digo una cosa, tunante? Seguro, podría vivir sin mucho de lo que tengo, pero no sin tus carreras para verme cuando llego a casa, sin tus besos espontáneos, sin tu boca regalándome cada poco: "¿Papi, puedo dormir en tu pecho?"
Felicidades vida mía. Como yo te quiero, como tú me quieres, deberíamos querernos todos.
Miércoles 1 de agosto de 2018
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