Y si no te recuerdo yo ¿quien lo hace hijo mío? Y si no nacen estas letras que hablan más de ti que de mí, ¿quién te revive?
Son mis dedos los que necesitan saber de ti, saber que alguien te resucitará mientras trabaja, mientras desayuna, mientras siestea en un sofá sin saber siquiera el poder que sus ojos emanan, el sentido de su lectura, la incomensurable fuerza que derrochan cada una de estas palabras que vuelan, a veces por su alma, a veces por su mente, a veces sin rumbo.
Por esto siento la necesidad de recordarte, para obligarte a revivir.
Porque si no te escribo yo, ¿quién te recuerda, hijo mío? ¿Quién vive tu presencia aunque sea un ratito cada día? ¿Quién te llama? ¿Quién grita tu nombre con el pecho ensangrentado, con ojos derramando sal, con hiel, con miel también, en las entrañas, con amor incuestionable, imparable, en su garganta? ¿Quién robará segundos para regalártelos? ¿Quién morirá de amor por ti antes de que el amor por ti muera?
Y sobre todo hijo mío, ¿quién pasará página sabiendo que tú estás en todas y cada una de las letras del libro de su vida?
Un día, Samuel, lo comprendí TODO.
"Mi vientre cosido
Mi vientre cosido a tu vientre,
tu luz a mí traída,
tu pelo enredando el aire
como viento que arrastra hojas
o jóvenes con el corazón en llamas,
que es el vivir.
“Esquivar el suelo y remontar
una y otra vez el aire”, me dices.
Cómo nombrarte, amor, y no desangrarme.
Cómo nombrarte, como decir tu nombre,
que es mi vivir, amor,
y no desangrarme,
y no dragar el corazón hasta hacerlo entrega,
que es el amar.
Dime cómo, amor,
cómo traer a mí el espacio de tu nombre,
no desangrarme
e ignorar que la intemperie en las costillas,
que la soledad en el fin de la garganta
contigo esquivaron mis ojos"
Los Desperfectos. (Martín Lucía, 2009).
Viernes Santo 18 de abril de 2014
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