Que la tristeza no tiene grados debes aprenderlo pronto. Que el amor todo lo puede, también. Que el tiempo necesita del tiempo para cicatrizar heridas del alma, puedo asegurarte.
Ni compares ni te compares, hermana, que esto no tiene modo único ni estrategia definitiva. Cada uno lo lleva a su forma. Ni la tristeza si es húmeda es más tristeza, ni el pozo si está seco es menos profundo.
Por cruel o triste que sea, todo en la vida debe acabar haciéndote mejor persona. Si no, es cuando nada tendría sentido. Ha pasado. Es inamovible. ¡Qué sirva! Qué fácil decirlo, ¿verdad?
La vida me enseñó que todo es cuestión de llenar los espacios vacíos, aunque sea con nimiedades de una rutina repugnante por momentos. Porque mientras llenamos nuestra vida, el tiempo va dando buena cuenta de todo lo que ocurre. Y entiendes que al final, él es tu único aliado. Y entonces te das cuenta que no es solo cuestión de esperar un día feliz, o mejor. Los días tristes también son días de tu vida. También debes vivirlos. ¿Cómo saborear tu próxima alegría si no conoces la tristeza?. Para que viva la alegría debe morir la tristeza.
Y después está el amor. El que das y el que recibes. Y de eso, nadie podrá darte lecciones nunca. Porque el amor es primera persona del singular cuando lo das y primera persona del plural cuando lo recibes.
Tienes tiempo. Tienes amor. Todo llegará. Y yo lo veré contigo. Y con nuestra gente necesaria.
"No llores hermana, que yo te quiero mucho como la trucha al trucho."
Lunes 18 de febrero de 2013
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