30 de enero de 2012

Recuerdos que no quiero borrar

Jamás podré olvidar aquella llegada a casa. Fue el primer día tras el parto. Volvíamos solos. Samuel quedó en el Hospital, en una incubadora. Todo empezaba. 

Aún no sabíamos nada. Imaginábamos mucho. 

Era de noche. Calurosa, ingrávida, densa, pesada. Salíamos del Hospital acompañados por nuestros compadres. Nos despedimos y nos montamos en el coche. Solos. Con nuestro miedo infinito, con nuestra tristeza desconsolada e inconsolable. 

Llegamos y aparcamos en el garaje. Nos miramos entre lágrimas y me dijo tocándose su vientre:

- Sin barriga y sin mi niño... sin barriga y sin mi niño...

Aún no sé de dónde sacamos fuerzas. 

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Hoy, un año y medio después de aquello, echo la vista atrás y me enorgullezco. Ha sido muy difícil todo. No es fácil tomar muchas de las decisiones que tomamos. Nada fácil. No es fácil intentar luchar por esa felicidad negada, abrir las mismas puertas que nos llevaron a las tinieblas y esperar ahora el paraíso.

Hoy me quedo con que el destino no es invencible. Dos personas convencidas pueden mover muchas cosas. Solo hay que echarle cojones a la vida y luchar mucho. Estar dispuestos a sufrir, a tener miedo, a no rendirse ante la fatalidad, a tener paciencia y esperar los momentos, a no saltarse etapas, a llorar cuando toque, a resentir, sabiendo que, si a pesar de todo, algo no hubiera salido bien, la tranquilidad de conciencia será nuestra mejor compañera de viaje. 

Aprendí que cada vez que te das pena a ti mismo estás perdiendo una gran oportunidad de luchar.
 
El hoyito de Paola me lo recuerda todo, es nuestra imagen del triunfo, de la recompensa. Para nosotros, luchar ha merecido la pena.


Con dos cojones, esposa.
Lunes 30 de enero de 2012

1 comentario:

Jero dijo...

Reche,eres un auténtico crack,y mejor persona aún! Felicidades maestro,se aprende mucho cerca tuya!