Eran los mismos paisajes, los mismos decorados. Las mismas fotografías en movimiento. Predecibles vaivenes en las copas de los árboles. Sincronizadas las nubes. Pintado el tímido sol dispuesto a la retirada. Un día más.
Solo quedaban mis pensamientos escurridizos como prueba de mi existencia.
Un niño me rodeaba. Utilizaba mi cuerpo como juguete. Yo andaba y él me daba vueltas. Pura diversión sin hipotecas.
Su madre, hizo de madre, y le llamó la atención. Tres palabras:
- ¡Samuel, déjalo tranquilo!
Sonreí.
Matices
Domingo, 11 de marzo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario