Su mirada no era la misma.
Él seguía siendo su presente, por más que intentaba mandarlo al pasado. Era una mujer feliz, aparentemente feliz; con una vida completa, aparentemente completa.
Pero su mirada no era la misma.
Un olor era suficiente; una simple sonrisa, demasiada tentación; un cruce de miradas, definitivo. Ya era inevitable el viaje a las carpetas forradas, armario de corazones con flechas, a los bocadillos de la panadería frente al Instituto, a los buzones de San Valentín, a las parejas de Educación Fisica, a los cuestionarios del Super PoP, a la torpeza del primer beso.
Y entonces, el reloj se detenía a observarla, esperándola paciente, evitando molestias innecesarias, sabedor de que su mirada, ahora sí, era la misma, la suya.
Él seguía siendo su presente, por más que intentaba mandarlo al pasado. Era una mujer feliz, aparentemente feliz; con una vida completa, aparentemente completa.
Pero su mirada no era la misma.
Un olor era suficiente; una simple sonrisa, demasiada tentación; un cruce de miradas, definitivo. Ya era inevitable el viaje a las carpetas forradas, armario de corazones con flechas, a los bocadillos de la panadería frente al Instituto, a los buzones de San Valentín, a las parejas de Educación Fisica, a los cuestionarios del Super PoP, a la torpeza del primer beso.
Y entonces, el reloj se detenía a observarla, esperándola paciente, evitando molestias innecesarias, sabedor de que su mirada, ahora sí, era la misma, la suya.
...y hasta serías capaz,
de decir que me querías.
Rafael del Estad
"Si te supiera decir".
Viernes, 13 de febrero de 2008
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