La noche era seca y fría. Ni siquiera la proximidad del río le daba un acento húmedo. Los invitados fuimos llegando a la puerta del teatro, donde nos esperábamos. Cuando el rompecabezas se hubo conformado, carente de esas piezas que suelen perderse por los huecos más inesperados, piezas que aunque hemos visto alguna vez, en el momento del juego no sabemos dónde están y una vez cerrada la caja aparecen con la inoportunidad de lo perdido, abrimos nuestros sentidos ávidos de nuevas vibraciones.
Regalos
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22 de septiembre de 2008
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