Abro mi bolso para coger un pañuelo y encuentro la lista de la compra prenavideña: bombones surtidos, un poquito de caña de lomo, leche, postres... Me quedo pensativo, elevo la vista a la pared de enfrente, que me abofetea insolidariamente.
Creía que por haber sufrido mi piel tenía una capa encalada, endurecida por el sufrimiento y mi corazón experto soportaría los vaivenes de este nuevo viaje. Pero no.
De nuevo en la sala de espera de la UCI pediátrica. De nuevo la puta incertidumbre, el puto pitido incesante y estresante, las putas cuatro paredes de siempre. De nuevo el aire abandonando el pecho.
Un "otra vez no" acudió a mi mente directo desde lo mas profundo de mi recuerdo visceral cuando trasladaron a Martín a UCI. "Otra vez no", lloré. Sé que la invulnerabilidad no existe. Sé que el sufrimiento no te exime de volver a sufrir. No hay cuotas, ni turnos... solo azar. Nada da más miedo que ver a tu hijo en la UCI dependiendo de una máquina para respirar.
Eres la viva imagen de tu hermano. Creíamos superado el recuerdo de los días pesados como el plomo, de los cielos cubiertos por nubes negras. Pero no. Nunca nos abandonaron. Ni lo harán. Solo descansaban permitiéndonos volver a vivir en casi plenitud. Y vuelvo así a sentirte en cada pista de futbito sin padres, sin hijos, sin alboroto; en cada tobogán sin niños formando cola, en cada bicicleta de escaparate. ¿Cómo no desangrarme en vida aún? Te veo en cada recreo, en cada disfraz etiquetado, en cada regalo sin abrir. ¿Cómo seguir arañando vida en cada esquina?
Los caminos no son fáciles cuando caminas a oscuras. Pero menos aún lo son cuando no los caminas.
Un punto y seguido
Domingo 11 de enero de 2015
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