Desde entonces existen dos palabras en nuestro vocabulario que solo podremos escribir con letra mayúscula. La una hace referencia a lo vivido y la otra a lo que no viviremos, a lo que nos estamos perdiendo. Suena egoísta. Es centrar todo esto en el dolor de unos padres sin hijo. Pero hoy necesito volver mis ojos para mirarme un poco, para tomar introspectiva. Porque existen momentos de agobio, de dolor inmedible, de gritos ahogados en océanos sin memoria, de pechos que viven alejados de las calles y los ruidos, de soledad en compañía.
Es complicado, y duro, salir poco a poco de todo y esperar en cualquier lugar, sin ver más allá de lo que tus pupilas alcanzan a contemplar. Es duro, y complicado, imaginar que tu camino no estará nunca enlosado con baldosas amarillas y que, en su final, no te espera la tierra de Oz, aquella en la que todo era posible.
El mar, un par de veces al día, pierde la partida frente a la arena, y se retira con aires de grandeza, sabiéndose vencedor en la próxima batalla, porque la costumbre así se lo asegura.
Volveré para vencerte, aunque sea un par de veces al día. Hasta que la eternidad comprenda que mis fuerzas son infinitas y que no habrá tristeza en mí que me quite las ganas de sonreír por la más nimia de las situaciones por vivir.
Y será entonces cuando SIEMPRE y NUNCA no vengan teñidas de soledad.
Ahora que todo empieza a aproximarse.
Viernes 27 de mayo de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario