5 de marzo de 2009

Carta de un padrino privilegiado

Ayer estuve en tu casa, Alex. Fue de noche. Todos dormían. Entré sigiloso por el balcón. Sin hacer ruido. No quería despertarlos. Entré y fui directo al cuarto. Allí guarda tu madre sus abrazos, en un armario. Lo abrí duditativo, sin saber si podia estar irrumpiendo en un mundo ajeno.

El armario estaba repleto. Estaban todos los abrazos ordenados. Los de papá, los de Pablo, los de la abuela, los de la tita... todos ordenaditos. Vi también los míos, y los de Lidia... se me escapó una sonrisa.

Y fue entonces, cuando fui a cerrar, cuando los encontré, en un cajón de abajo. Delante, junto al tirador, se podía leer: "abrazos del alma". Abrí curioso el cajón. Y allí los vi, Alex. Eran los tuyos, tus abrazos. Y sí, llevabas razón. No estaban todos. Faltaban ochenta.

Uno por noche, uno por sueño.

Buenas noches ahijado.

A Alex, mi ahijado.
Recordarte es tenerte.

Siempre con vuestro permiso.

Jueves 5 de marzo de 2009

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