perdonen que no me levante
1 de octubre de 2024
Soleá Luque Luna
10 de septiembre de 2024
14 años sin ti, hijo mío.14 años de un trato.
Hoy hace catorce años que murió mi hijo.
La venida del dolor, el avance de lo terrible, me hizo (auto)defenderme.
Un acuerdo sin firmar. Una promesa sin acabar. Mi escapatoria.
Un sí, pero no siempre. Un sí, pero no tanto. Un sí, pero respirando, pero latiendo, pero siendo.
Un no, pero alguna vez. Un no, pero un poco. Un no, pero doliendo, pero llorando, pero estando.
Un trato sin cerrar. Mi salvación.
Porque un trato no siempre se firma en un momento preciso. A veces, se va alcanzando sin terminar de alcanzarse nunca, como ese horizonte que mantiene constante su distancia. A veces, sin saber ni cómo, ni cuándo, ni por qué, sabes que no lo cerrarás nunca; pero tampoco te importa, porque tu salvación se encuentra precisamente en el camino, en el andar diario hacia ese destino que compartirás algún día con quien tiene un trocito de tu alma, ese alma que no entiende de momentos precisos ni de palabras exactas, ese alma que sí entiende de promesas por cumplir.
Sigue descansando en paz, hijo mío. Mi pecho siempre será buen cobijo para ti, te lo prometo.
Yo seguiré yendo siempre contigo, siempre en mí.
Y que nuestro trato, entonces, siga eternamente por hacer.
"El trato era que nos miráramos
cuando nadie nos pudiera ver"
El trato (Alejandro Sanz, 2019)
Martes 10 de septiembre de 2024
14 de agosto de 2024
Paola 13.
1 de agosto de 2024
Diez años. Una década. Dos velocidades.
25 de junio de 2024
Hoy es 25 de junio por decimoquinta vez.
Quince veces van. Una con el pecho en llamas y ya catorce con el alma llena de rescoldos. Pero todas ellas con el calor en residencia, habitando.
El tiempo pasa inexorablemente. Los días se suceden uno tras otro y nos llevan a no vivir la vida. Nos tomamos, por momentos, incluso, la licencia de malgastar ratitos que nacen irrepetibles. A veces, porque nos empujan. A veces, porque empujamos tomando el equivocado camino de lo urgente. Y pasamos, así, acaso, por la vida de puntillas a tal velocidad que no dejamos huella en el camino o, en el mejor de los casos, una huella imperceptible. Somos levedad.
Y en esta huida casi obligada, casi impuesta, casi ajena, lucho por no separarme de ti. Peleo incansablemente conmigo, con la sombra que siempre me sigue, con lo cotidiano, por llevarme aquellos (nuestros) recuerdos siempre allá donde voy, tan dentro de mí, que parasiten en mi alma. Duradero pegamento este que nos une. Y deseo, mirando a las estrellas, tener la lucidez suficiente para vivir juntos la vida. Porque quiero seguir siendo siempre tu padre, hasta el último día de todos, y cumplir aquello que pensé en mi peor momento. Y porque ya no sé hacer esto de otra forma, enano.
Otra tarta quedará hoy en un escaparate. Otras velas, también. Alguna prenda de ropa de esas nuevas marcas adolescentes que me llaman viejo a la cara volverá al almacén sin ser vendida. Quizás fueron confeccionadas con tu nombre, Samuel. La realidad no acepta excusas.
Aquel 25 de junio de 2010, con tu venida, aprendí que mi huella debe ser indeleble. Comprobé que por siempre serías ese sol que nunca parará de girar para alumbrarme. Que hará brillar lo bueno que pueda haber en mi alma. Setenta y siete días después, con tu partida, me comprometí conmigo mismo que siempre pesarían más los días juntos que los días separados, por mucho que el hijo de puta del tiempo empuje. Vivir desde la alegría de lo vivido. Porque no hay luz que más ilumine, ni calorcito que más cobije, que el resplandor de lo amado. Y yo te quiero con toda mi alma.
Catorce años ya, Samuel, catorce años.
Felicidades, siempre.
Martes, 25 de junio de 2024
O en existir,
En caminar, aunque no brille tu estrella
Como tú, camino por esta tierra